Me hubiera gustado conocerla antes, mucho antes, antes de que perdiera el control. Porque de todas las formas en que podría definirla, huracán siempre me ha parecido la mejor. Seguía luchando igual que el día en que la conocí, pero ahora estaba más cansada y tiraba más a menudo la toalla. Ya no hablaba tanto, era más callada y escuchaba en serio, porque entendió hace ya un tiempo que las palabras reflejan lo que hay dentro, y en eso se había convertido, en su propio silencio. Vivía por impulsos, la inercia era que su corazón siguiera latiendo y aún así jamás se rendía, seguía teniendo esa chispa de inconformismo, más maduro, pero igual de rebelde. Ahora sonreía más, bebía más y se drogaba más, supongo que el dolor también le apretaba más fuerte y necesitaba evadirse más, cauterizarse las heridas con saliva y sal. Seguía pareciendo una lunática, ojos grandes, sonrisa grande... Que gran mentira. Con la decepción grabada a fuego en la piel, con muchos más tatuajes y muchos más moratones. Empezó a vivir a oscuras, y se quedó refugiada en sus tinieblas, era difícil verlo, porque sabía mentir, y te hacia creer que allí solo pasaba un tiempo. Aún era distante, aún era bohemia, y un alma en pena. Daba vértigo acercarse a su cabeza, todavía me asusta pensar lo que podría haber dentro de ella, saber que era de lo que tanto huía, sin éxito. ¿Por qué se sentía tan sola? Jamás pude comprenderlo, como una persona con tanto mundo interior podía odiarse tanto, despreciarse tanto, quererse matar todo el rato. Como el humo vive y como el humo vivirá, siempre imposible de atrapar, incluso amarla como se ama a un gato era complicado, pero era bonito, era raro.

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