En los tejados más altos de Madrid.

Se acostumbró desde muy joven a los placeres de la vida. Cafés calientes mientras veía amanecer desde un piso muy viejo, muy alto y muy en el centro de Madrid. Noches largas con finales a huidas. Y su pecho se convirtió en poesía para muchos hombres, 'Bécquer' se escribió bajo el izquierdo para siempre.  Solía portar medias sonrisas, aun que estaba acostumbrada a los palos de la vida, salía y se divertía, era feliz. Siempre tan distante y bohemia, alma en pena. Y estaba loca, pero era preciosa. Tenia cicatrices, joder que si las tenía, las peores que he visto, pero aun así seguía. Y peleaba y sabia como hacerlo, y luchaba, luchaba como nadie por salir de su mierda, pero no salia, creo que en parte se cansó, y ahora la comprendo. Tenía los ojos más bonitos y la sonrisa más triste, pero era guapa, joder, era perfecta. Se comía el mundo por pura resistencia, se negaba a que el mundo la comiese a ella. Era rara, la chica más rara que conoceré jamás, pero era increíble, con sus manías, sus defectos y su forma de ser al margen. Viajaba en metro pero no tenía prisa, recorría la ciudad de estación a estación. Y la conocían porque se dejaba la piel bailando en cualquier garito de Madrid. Y volvería a perseguirla desde Atocha hasta Preciados por pasar una noche más en su cama. No había pretextos, era como un libro sin prólogo, como un domingo de sol por El Retiro, era especial, era única. La recordaré siempre por las mil veces que la hice mía y las mil y una que se me escapó. Siempre será joven y vivirá rápido, jamás recordará las noches y mucho menos las madrugadas. 

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