Me aterra perderte, perdernos.

Puedo notar la lluvia caer sobre nosotros,
pero tus ojos me gritan: quédate.
Mi pulso se pierde y voy empalideciendo.
Tus labios, aquellos mundos misteriosos en los que yo
simplemente podría terminar mis últimos días.
Sin ganas de escapar, sin ganas de alejarme de ti,
de tu vulnerable y misera existencia.
Capas de dolor que nos envuelven y protegen,
que ironía, el dolor pasado nos protege del futuro.
Pero estoy aquí y tú me estás mirando,
siempre. 
Nunca te alejes, nunca dejes de suspirar,
que tu aliento siempre me embriague y haga de mi
la muchacha más débil y sumisa de la tierra.



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